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Miedo no es igual a fracaso

  • Pilar del Rosario
  • 19 ene 2017
  • 2 Min. de lectura

El miedo es una emoción que suele llevarnos a huir del lugar o la situación en que nos encontramos aunque también, puede llevarnos a quedarnos paralizados, a intentar “ocultarnos o desaparecer” delante de una situación determinada.

¿Cuántas veces no hemos deseado salir corriendo de una situación en la que sentimos que estamos haciendo el ridículo o nos sentimos inseguros para realizar alguna actividad? A veces también aparece el deseo de no hacer nada, de quedarnos quietos, paralizados, hecho que responde a uno de los instintos más básicos: la evitación o la huida delante de un depredador (real o imaginario). Un ejemplo podría ser el miedo a ponernos delante de un grupo para dar una charla o conferencia, al acercarse el momento empezamos a sentir la sensación de bloqueo y angustia, en ese momento los oyentes de la charla se convierten en una “amenaza”. La situación descrita no es realmente una amenaza, no peligra nuestra vida ni la de nadie, pero lo realmente importante es cómo lo vivimos nosotros ya que eso definirá cómo nos sentimos y cómo actuaremos.

Cómo hemos venido diciendo en anteriores posts, la clave está en lo que nosotros percibimos, en nuestros pensamientos y en el ejemplo antes descrito se ha instalado el miedo como emoción ya que pienso que estoy delante de un peligro o de una amenaza que para mí es “real”.

Para regular esta emoción de miedo, lo primero que hemos de hacer es aceptarla, ya que el miedo, aunque no nos guste, forma parte de la realidad de ese momento y nos da mucha información sobre nosotros, sobre como pensamos y sobre nuestras creencias. Aunque esto pueda pareceros raro, al decir “aceptar” la emoción, no estoy queriendo decir que dejemos que el miedo dicte nuestra actuación, que nos ciegue el camino, sino que lo aceptemos e intentemos regular su intensidad, dominarlo en vez de dejar que éste nos domine a nosotros, como a veces sucede.

Existen estrategias que nos pueden ayudar ante esta u otras emociones que nos paralicen o nos hagan sentir mal, algunas serían:

  • Cambiando nuestro pensamiento (cambio cognitivo): buscando otras maneras de ver el acontecimiento, relativizándolo o aceptando el hecho.

  • Orientando la atención: como podría ser la distracción, por ejemplo, en una película de miedo decido cerrar los ojos en alguna escena que preveo me provocará malestar.

  • Realizando acciones concretas: con música, realizando rituales o actividades que nos evocan un estado emocional determinado, como por ejemplo, algunos deportistas que realizan algún ritual antes de empezar la competición o escuchando una canción que les ayuda a sentirse “poderosos y valientes”.

  • Con el Aquí y el Ahora: regular la fuerza de la emoción enfocando la atención en la respiración y en lo que sentimos en el cuerpo en vez de dejarnos arrastrar por esos pensamientos que nos abruman.

Aplicar estas estrategias a veces nos puede parecer un poco complicado y es aquí donde podemos pedir ayuda a un profesional que nos ayude a identificar el problema y guiarnos para aprender a vivir de manera más tranquila y serena...por que recuerda, hemos venido a ser felices.


 
 
 
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